Soy Aldy Villarreal, de 15 años de edad, orgullosa de ser argentina, sincera y siempre quiero que lo sean conmigo, celosa, caprichosa, histerica ( y lo admito jaja), libriana, idealista, imaginativa, sumisa, leal, solidaria, sociable, cariñosa, divertida, tierna, sensible, sentimental, romantica, justa, honesta, tranquila, afectuosa , dulce, delicada, caritativa, instintiva, simple, crédula, sensilla , graciosa, débil, de pelo castaño claro, ojos verdes, estatura bastante baja, amo a mi familia, amo sonreír, amo bailar, amo cantar ,amo la música, y amo a mi país. Gracias.

martes, 13 de julio de 2010


Estaba en la tráfico con mis compañeros, dirigiéndonos ha realizar un trabajo. Y yo, con mi cuaderno, escribiendo aunque se me antoja imposible hacerlo con prolijidad. Desde mi lugar, de espaldas a la ventana, con el sol dando de lleno en esta hoja oxidada por el tiempo que guarda este antiguo cuaderno, los vi reír, charlar, jugar como niños (llenos de inmadurez), discutiendo en un estilo de broma perversiones o chismes que terminan en la palabra "sexo" seguido de unas cuantas risitas extravagantes. Digamos, pavadas de los 14 años. Supongo que no tengo ganas de hablar con nadie y por ello, preferí permanecer en silencio o respondiendo solo a las preguntas que me hacen finalizando cada frase, cada estúpida y miserable frase, con una sonrisa que se llena de tristeza y felicidad (inexistente). Obviamente, ellos solo perciben lo segundo, felicidad. Todos gritan mientras que por mi lado me inclino a guardar silencio y verlos, ver el paisaje que una vez de chica parecía encantarme. Me veía a mí, jugueteando con las hojas rodeándome de tal manera que casi me cubrían por completa, pequeña, y el ruidito que hacían cuando las pisaba, esa sensación de fragilidad que luego me daría cuenta podían llegar a tener las cosas o personas que nos rodean. Hace frío, y ahora que lo noto, veo que abrieron las ventanillas y el viento comienza a alborotarme el pelo y lucha contra mi piel que de por sí, intenta mantenerse cálida. Miro a un costado desde mi asiento y veo un camino, rodeado de una arboleda muy típica de la época del año, se puede ver el amarillo por todos lados, y creo que comienzo a sentir que me aprisiona en sus tonalidades pálidas y muertas con las que las hojas se derrumbaban al compas del tiempo que se desvanece ante sus pies. Puedo decir, que en otoño, ningún árbol luce más pintoresco que el álamo. Sabio, enorme e imponente, se deja ver en las alturas y miro, anonadada como bailan (lo pude notar), melancólicos, solitarios, viejos y deprimidos. Vuelvo mi mirada a mis compañeras de asiento y les sonrió mientras ellas pronuncian mi nombre con gracia y sonríen también. Es entonces, cada día, cuando me digo que nunca voy a encajar, lo sé, desde hace mucho, tanto tiempo que a veces me sorprendo haciendo como que formo parte de sus mundos, a aquellos a los que nunca les alcanza lo que pueda llegar a ser. Me llama mi papá, le atiendo y todos me miran charlar con él, se ríen de lo que le digo porque creían imposible que una hija fuese tan fría y manipuladora con su padre, he de suponer que todos ellos se dejaron dominar por sus madres y nunca cuestionaron nada de lo que ellas les imponían, no lo sé, puede que sea el simple hecho de que nunca mantuve un vínculo de "padre-hija" con el mío o también, que lo primero sea cierto. Aún así, no tengo ni fuerzas para salir a defenderme, asique me quedo callada, tranquila, escribiendo, en mi mundo, obsoleta por completo, muy encasillada entre las rejas de la prisión que cree con mi propio sudor. Escucho, en los parlantes, sonar a Maná con su tema "Corazón Espinado" y ciertamente, me doy cuenta de que eso es lo único que me queda, un corazón lleno de espinas, desangrando heridas, en mis manos...y no, no puedo revertir tal hecho, realmente puedo percibir eso. La pequeña voz en mi cabeza grita ahora que tampoco deseo hacerlo. Mejor. Lo dejo y cuando deje de latir, bueno, veremos qué tan fría realmente puedo llegar a ser...